Este mes ha vuelto a salir una nueva edición de Málaga Destino, que se trata de un Programa para el Apoyo a la Reactivación e Impulso en la Modernización del Pequeño Comercio de Málaga. Dicho en otras palabras, que nos entendamos, es una manera de potenciar la compra en comercio local. Así, la persona beneficiaria del programa puede obtener un descuento del 25% en cada compra hasta agotar los puntos y el pequeño comercio recibe más visitas de las usuales, siempre aportando nosotros un porcentaje de ese descuento que ofrece Diputación de Málaga.
Y eso abre un melón importante y es LA NECESIDAD DE POTENCIAR EL PEQUEÑO COMERCIO para beneficiar una economía circular en la que al final, nos beneficiamos todos. Por no hablar del ahorro energético que hacemos cuando compramos el champú en el super y no por Amazon, el beneficio al empleo y la no contribución a un trabajo precario, la reactivación social de los barrios sin vida, etc.
Por ello, tras pedir permiso a su autora Sonia Romero Moreno, La Vecina (@agencia_lavecina), os voy a copiar un artículo que ella escribió para El Topo que creo que os va a encantar. Leerlo despacito que seguro que os toca el corazón.
“El barrio, los barrios, las calles, las ciudades, no son nada sin las personas que de verdad lo habitan. Aquellos y aquellas que levantan verjas, que encienden luces, que llenan las calles de espacios singulares, que cuelgan carteles con los años que llevan como reclamo para poder seguir muchos más.
De repente suenan los buenos días. Y los «¿Te pongo lo mismo que el otro día?». María, la de la mercería, te dice eso de «no te lleves tanto, que con esto te llega». Juan, de la tienda de electrodomésticos, te recomienda el microondas más barato porque el que es más caro es por el color nada más; y que eso los de Amazon te lo cuelan, pero él no. Jose, el de la librería, te ha guardado el libro nuevo de la autora que te gusta, sin que se lo pidas, simplemente porque te conoce.
Lucía, la de la joyería, te arregla al reloj que se te ha quedado parado mientras te dice «anda, no me des nada, otro día te vienes por aquí y te llevas uno nuevo, que este está ya fatal». Ana, la de la floristería de la plaza, te pregunta que cómo está la dama de noche que compraste el otro día, que si la estás regando cada dos días para que no se te muera. Y Salva… es que es sentarte en la terraza de su bar y ya te ha puesto el café como a ti te gusta, con el mollete integral que te pides siempre y el salmorejo casero que hace a las seis de la mañana antes de abrir el bar.
Y estas son las personas que lo habitan y es ahí donde realmente deberíamos querer vivir. En este barrio, en estos barrios, en estas ciudades. Yo no quiero ciudades donde las calles son invadidas por vacas enormes y sonrisas en cajas de cartón. No quiero calles vacías ni más carteles de se alquila en locales que acaban alquilados por gigantes.
Para. De verdad, para. Que las prisas han conseguido que hayamos dejado de mirar a nuestro alrededor. Que compremos sin necesitarlo. Que compremos sin quererlo. Que compremos a los grandes que se cargan a los pequeños. Piensa. Para. Porque… ¿Cuánto hace que no paras? Que no hablas con un vecino o una vecina. Que no te das cuenta de que esa tienda que cerró era la de María, la de la mercería.
Que Juan cada vez trae menos cosas a su tienda de electrodomésticos porque no le da el dinero para comprar cosas nuevas y que apura una venta para poder traer a su tienda el último tostador que promocionan por Instagram. Que Jose ha empezado a traer artículos de regalo a su librería, porque dice que cada vez vende menos libros y que no sabe si es porque la gente lee menos o porque ya no le compran a él.
Que a Lucía ya no le da la vista para poner en hora tu reloj y que su nieto quiere ser tiktoker o no sé qué del móvil, y que su negocio generacional con más de cien años acabará cerrando con ella. Que Ana está agobiada porque dice que cada vez hay más plataformas que te llevan las flores a casa y que no entiende cómo la gente compra flores así, sin olerlas ni tocarlas y que le quedan dos telediarios para cerrar.
Abre los ojos. Porque a Salva le acaban de abrir una franquicia a su lado, una de esas con barras de pan a un euro, desayunos más baratos que el suyo y tomate de bote. Levanta la vista del móvil, incluso de este periódico, porque parece que hemos dejado no solo de pasear por nuestros barrios, sino también de pararnos un poco a observarlos.
Las franquicias invaden las calles, que son las únicas en permitirse pagar los altos alquileres de nuestras ciudades. Abundan los locales vacíos, abandonados año tras año por personas que prefieren tenerlos cerrados. Las calles se llenan de pisos turísticos cuyo público acaba embobado por la vaca enorme del principio de este artículo. Las plazas cada vez con menos bancos, convertidas en tránsito y paradas de furgonetas para que te muevas lo menos posible de tu casa.
Lo quiero, lo pido. Lo pido lo tengo. No importan las consecuencias. Nos da igual lo que hay detrás de un clic rápido motivado por un anuncio en redes sociales.
Seguimos pensando que nuestros actos no afectan a lo que nos rodea, que cómo y dónde consumimos no nos toca de cerca. Pero resulta que María, la de la mercería esa que cerró, ¿te acuerdas?, compraba siempre en la frutería de tu padre, al igual que Juan el de la tienda de electrodomésticos y Jose el de la librería. También Lucía la de la joyería, Ana la de la floristería y, por supuesto, el salmorejo de la cafetería de Salva estaba hecho con los tomates que le compraba a tu padre.
Y resulta que tu padre no solo ha notado que sus vecinos y vecinas cada vez le compran menos, sino también que ese supermercado exprés que siempre está abierto le ha quitado ventas y que, como siga así va a tener que cerrar su puesto en el mercado. Y que tú, que estás estudiando fuera gracias al trabajo diario de tu padre en la frutería, vas a tener que volver y arrimar el hombro porque la cosa se está poniendo chunga. Y con esto descubres que la economía es circular y que dónde y cómo nos gastemos el dinero no solo afecta a nuestras ciudades, a nuestros barrios y a las personas que la habitan: también te afecta a ti. A ver si dándonos cuenta de esto, siendo egoístas y pensando en nosotros y nosotras mismas, nos da más por consumir local.
Porque sí, nuestros actos de verdad tienen consecuencias. Y que decir «buenos días vecina» no solo salva nuestras ciudades y barrios, sino también nuestra vida.”
Lo podéis leer también en https://eltopo.org/buenos-dias-vecina/
Autora Sonia Romero Moreno. Vecina de Cádiz y fundadora de la Agencia La Vecina y La Tienda de La Vecina. Ilustra Garrido Barroso
Y aunque somos conscientes que la vida actualmente nos deja sin tiempo para ir a comprar el pan al barrio, y a pesar de que TODOS compramos ONLINE y es una realidad de la que no podemos escapar, sería maravilloso que hiciéramos una reflexión real de dónde compramos lo que compramos y por qué. Hay miles de web de pequeñas empresarias y son tan válidas como las grandes multinacionales. Si tienes que elegir donde comprar, ya sea presencialmente u online, siempre podemos elegir bien dónde mandamos nuestro dinero para que también eso repercuta en un bien para vosotros mismos.
Desde Bimami estamos encantados de que cuentes con nosotros para gastar tus puntos de Málaga Destino, y también seréis igualmente bienvenidos cuando los puntos se hayan acabado y no haya más rebajas.
Nosotros aquí te seguiremos atendiendo igual de bien que siempre 😊
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